Leer a Noel Clarasó es un placer. Un gusto humanista. Una gozada. De esos placeres que se están perdiendo en la ajetreada vida de hoy, como la lectura sosegada, y que son necesarios rescatar.
Noel Clarasó, un escritor que disfrutó de la estima de muchos seguidores, hoy sería uno de los followers más perseguidos en las páginas de las redes sociales. ¡Cómo no!, hoy está totalmente olvidado.
Una pena, eso del ostracismo... Es como una lacra. He rescatado de la 'biblio' 'Siga perdiendo el tiempo con Noel Clarasó', un enorme tomo de cuentos,-sí, amigo lector, narraciones cortas, inteligentes, amenas, un género casi perdido en la estima de los actuales editores y que hoy es la única fómula de lectura acertada en nuestra estresada sociedad, donde no hay tiempo, dicen, para leer-, nada menos que 500 páginas que podrían ser 1.000, si el cuerpo de la letra fuera el estándar de hoy. ¡Pero como han pasado de rápidas estas hojas! Además, tomando los títulos de los cuentos que más me atraían, saltando el orden, rebuscando alguno ya leído, improvisando la lectura de otro. Un placer.
Sorprende como estos relatos los paría como si tal cosa. Con un ingenio abrumador. Una imaginación de elefante. Hoy esto ya no se entiende. A los autores, hoy, les cuesta 'eso de escribir'. Nos da mucha pereza. Clarasó, con una libertad total, escribía sin parar, casi vomitaba relatos, historias, sin ningún prejuicio, sin pensarlas en exceso -por necesidad, puede que económica, pero no lo creo, era un bon vivant que quería aparentar ser un 'vago', un 'pijo barcelonés' ocioso, cuando en el fondo era un currante de tomo y lomo- y no tenía ninguna pereza en eso de picar la máquina para escribir.
Prueba de ello es este tomo. Descomunal, inaginativo, divertido y con esta pizca de subversión y libertinaje, que hoy sería denostado por politicamente incorrecto.
Un genio, que a pesar de lo que él decía de su obra, leerla no es ninguna perdida de tiempo. Al contrario. Una lección de humanismo.