sábado, 9 de noviembre de 2013

Librería Canuda: el desahucio del cementerio de los libros durmientes

El autor de este 'post' junto con Santi Mallafré, en la terraza del Club Nàutic d'Arenys de Mar


‘El coñac de las botellas se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas’.  Así describe Federico García Lorca este mes gris y frío, en muchos lugares, tenebroso, por las nieblas que se acumulan en puntos de depresión geográfica, debido el anticiclón y la calma otoñal.

Noviembre es el mes de los muertos, de los cementerios, del sol lánguido y flojino, de la niebla persistente. Quiere pasar desapercibido. Gris, como las nubes bajas. Húmedo. Frío y quieto. Así personalizó a las alegres botellas de coñac, cuando estas querían pasar desapercibidas ante la llegada de la represión, de la muerte.

Este mes de noviembre del 2013 hay una muerte anunciada. La clausura de una de las librerías míticas del libro de lance. La Librería Cervantes, más conocida como Librería Canuda, por estar situada en esta céntrica calle barcelonesa que desemboca en las Ramblas, cierra.

La librería que inspiró a Carlos Ruiz Zafón su 'Cementerio de los Libros Olvidados', va a desaparecer. Hoy ni los cementerios son sagrados. Y menos los cementerios de libros.

Por esta librería hemos pasado muchos lectores del formato libro. Sobre todo los aficionados del libro descatalogado, olvidado, marginado, y que a muchos de nosotros nos entusiasma. Por la Librería Canuda  hemos descubierto auténticas joyas. Era la librería donde adquirir el libro 'raro' que buscabas y que solo aquí podrías encontrar a un precio de ganga, o encontrar y descubrir uno que te atraía por algo, que se te aparecía sin tu pretenderlo, mientras entrabas a pasear un momento por este lugar lleno de encanto, magia y 'saber contenido' en páginas y volúmenes. Guiada por Santi Mallafré, era el lugar de refugio tanto de reliquias bibliográficas, como de amantes de libros con olor a moho.

En este magnífico local, que era mucho más que una simple librería, ahora se instalará una tienda de ropa ‘pret-a-porter’, con olor a lavanda y a esencia de mandarina. La zona donde está ubicada la Librería Canuda ha dejado de ser un barrio de la Barcelona Vieja para convertirse en un parque temático destinado al turismo y del shopping.

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Hoy sábado, me he encontrado en mi club, -¡no de los poetas muertos, sino de vitalistas del mar!-, a Santi Mallafré. Le he dado el pésame por el futuro óbito. Me ha comentado que no ha tenido más remedio que dejar el local que fundó su abuelo, porque ‘es imposible pagar lo que pretenden cobrar los dueños de estos locales históricos, situados en el meollo de la vieja Barcelona’.

Sobre el destino del gran stock de libros que se quedan huérfanos y sin lecho donde reposar, me ha tranquilizado. Me ha asegurado que él conservará un importante fondo, que lo depositará en una casa que tiene en Arenys de Munt. El resto, se lo han quedado unos chicos que darán continuidad a la vida de estos libros, en un una tienda que abrirán en el Eixample barcelonés.

El cementerio de libros, descrito por Zafón, cambia de ubicación. Pero el espíritu de muchos personajes que han reposado en este lugar quedarán allí, a pesar de que ahora se transformará en tienda de ropa de consumo. Se resistieran a huir de allí, de quedar desahuciados por el mundo mercantil del comercio. A más de un comprador de ropa se le aparecerá algún fantasma mientras se prueba un vestido o una blusa en el probador. Alguno de los miles de personajes, que durante décadas han estado allí retenidos, dentro de las páginas de los libros de la biblioteca Canuda, asustará a más de un cliente ropero. La mayoría de los personajes de los libros de Canuda se negarán a salir de este magnífico local, y estarán siempre presentes en este cementerio de los libros durmientes.

Requiescant in pace! O simplemente R.I.P.