La producción editorial del libro popular y de gran consumo vivió un periodo
de plenitud y creatividad desenfrenada durante el primer tercio del siglo XX en
Barcelona. Contenidos literarios, eficazmente envueltos con dibujos
excepcionales, sedujeron a multitud de lectores a adquirir estas publicaciones.
El mérito de los ilustradores, no suficientemente valorados, incluso menospreciados
en su momento de creatividad, conformaron y dieron la imagen y el gancho para
el público lector devorara esta literatura puesta a su abasto, de forma
barata y atractiva.
La mayoría de estas obras fueron escritas por auténticos colosos del mundo
de las letras, que tuvieron éxito popular y mediático, pero tan efímero, que
muchos al cabo de pocos años pasaron al olvido más vil y humillante. Y algo
parecido pasó con los artistas que ilustraban estas obras para la industria
editorial del momento.
Sorprende hoy día encontrar en el estante perdido, libros donde se conjuga
de forma exquisita ilustración con contenido narrativo. Y sorprende más el hecho
de que nos sorprendamos ante este arte deslumbrante de las cubiertas dibujadas
que daban fuerza a las publicaciones de los autores editados. Admiro este periodo
de simbiosis tan perfecta entre editores, escritores ilustradores.
Hoy he descubierto un libro, 'Las narraciones de Adrian Zograffi: Domnitza de Snagov', del cual no sé si he valorado más su ilustración
de la cubierta, el fuerte contenido del mismo o el acierto del editor en reunir
esta simbiosis.
Como se ve, juego con una cubierta, un grabado, del genial Helios Gómez. De
él, ya conocía su talento, gracias al libro que se publicó en el año 1930 ‘De
Boston a Barcelona, un periplo por el Atlántico’, de Enric Blanco, y que teníamos en el estante del pasillo. Del contenido literario de 'Las narraciones de Adrian Zograffi: Domnitza de Snagov', el largo título de este libro, decir que se trata de unas narraciones, escritas en 1926 en Niza, y editadas en 1929 por Editorial Lux en un alarde de valentía. Son unos relatos magníficos, díficiles, con toda la expresividad que los convierten en impresionantes. Fuertes, consecuentes, sinceros, que después de leerlos he quedado, francamente,
anonadado. Brutales.
No tenía referencia,de este autor, para mi desconocido, un tal Panaiz Iszrazi, un rumano balcánico ,y que en
occidente se le conoció como Panaït Istrati.
Pero cuando he leído esta serie de cuentos crueles –género menos preciado, pero quinta
esencia de la prosa más dinámica, libre y creativa - y me he adentrado en la
vida y obra de este escritor, no he tenido ninguna duda. Es un gigante y, creo, uno de los grandes defenestrados de la literatura universal, y por
ello digno de ser reivindicado. Un olvidado, a pesar de su efímera popularidad
en la década de los años treinta, precisamente cuando sus obras se tradujeron del
francés al castellano, y conmovieron las conciencias de los lectores de la
sociedad republicana española, y del que no hay justificación alguna para
entender el ostracismo al que ha sido sometido.
Solo lo entendemos, si sabemos que este balcánico latino, tuvo vocación de
nómada, de idealista, de hombre que no soportaba las injusticias, que cuando le
vino la ocasión de ser vanagloriado, despreció los halagos, y no tuvo ningún inconveniente
de ser sincero y denunciar lo que creía era injusto e inmoral con la dignidad
del hombre y enfrentarse al poder que lo encumbraba.
A través de un grabado de Helios Gómez, he descubierto a todo un monstruo
de la literatura europea del primer tercio del siglo XX. Como les pasó,
supongo, lo mismo con muchos de sus coetáneos.
Hola buenas, ¿le tienes a la venta?. Un saludo
ResponderEliminarHola Manolo
ResponderEliminarLo siento, no lo tengo en venta. Somos coleccionista y buscadores de libros. Y cuando tenemos tiempo, hacemos una reseña. Estelibro es una joya. En su doble sentido. Pero seguro que en alguna librería de viejo puede que exista algun ejemplar. Ahora se perderan muchos libros, o se repartirán en otras librerias, ya que la libreria Canuda de Barcelona, les echan de su local. Allí hay una auténtico tesoro bibliográfico, que se va a perder. Zafon se inspiró en ella para hacer su cementerio de libros.